La ciudad ya no es suficiente.

Has sumado kilómetros, te sientes capaz, sudas con alegría, cada nuevo paisaje toma ribetes inesperados dentro de ti, las montañas se aproximan, la playa se hace tangible. Nadie puede detenerte.

Aparecen nuevos desafíos, nuevas metas, rutas lejanas y así mismo nuevos obstáculos, cada camino abre paso a la cotidianidad de tus ruedas y las de los autos.
¿Cuánto pesa tu ciclo al lado de esas toneladas de metal? La berma se vuelve tu amiga.

Senda imperturbable del viento suave y la brisa de los vehículos, pequeño tramo donde nada es imposible, nos da las buenas nuevas ante las salidas maratónicas, se vuelve aliada en los momentos de cansancio, y la pausa necesaria para reagrupar a las amigas y amigos.
Qué buen provecho nos ha traído ya sea en un cicloviaje o en una salida ultra. Pero también trae consigo las malas noticias, los pinchazos por objetos varios, vidrios, accidentes debido a su estado y más de algún animalito muerto en la calzada. Encontrarnos con lo uno o lo otro es cuestión de tiempo y fortuna; nuestras avenidas y carreteras no se caracterizan por estar al cien todo el año.

En términos legales su uso para bicicletas es acotado dependiendo la zona, en pueblos y caminos interiores es parte del trayecto natural y no hay mayor debate del lugar del ciclista a la hora de trasladarse, pero en otros contextos podría ser cuestionable como lo es en las autopistas. En este caso nosotrxs nos aferramos a una sola cosa: al vacío legal que nos permite transitar este espacio tan versátil, fuente de las más diversas oportunidades y experiencias, sin dios ni ley, porque podremos no usar la autopista, pero sí sus infinitos rincones.

Nuestra convicción es clara y se perpetúa a cada paso y cadencia perpetrada. Sé visible, busca tu destino.

Pedalea al infinito.